O estremenho também está na rua
AG, 19.06.11
O estremenho (língua ou dialeto, não faz diferença) também está na rua. Um exemplo sai no jornal Hoy:
Ni el Can Fabes catalán ni el Chez Víctor francés. Nosotros preferimos los An Cá Juli, An Cá Rosi, An Cá Figue extremeños. Los hosteleros de la región van perdiendo complejos y bautizan sus bares con el Cá tradicional de Extremadura. Son locales que aúnan tradición y modernidad, donde lo mismo te sirven un plato de morcilla cominera que te miran en Internet si mañana hará buen tiempo para sembrar.
Para conocer a uno de los pioneros del An Cá, nos hemos trasladado hasta Salorino, un pequeño pueblo cacereño situado en la ruta hacia Portugal. Aquí está An Cá Juli, el bar de Julián Avelino Ramos, que nos recibe acompañado de su mujer, Mari, y de sus hijos: Soraya y José Julián.
-¿Cómo se les ocurrió el nombre del bar?
-Esto era un local del ayuntamiento y lo vendió. Al quedarnos con él surgió lo del nombre. ¿Cómo lo llamamos: La Alberca porque aquí al lado había una charca.? Pero eso nos llevaba a Salamanca. ¿Lo llamamos Julio y Mari? Tampoco, no pega. Yo dije: Vamos a lo sencillo, qué dicen en el pueblo: ¿Adónde vamos? Pues an cá Pepe, an cá Mcloud, an cá los Viejos o an cá Juli.
-¿La gente no le decía que era un nombre muy de pueblo?
-Uno me dijo: Hortera que eres un hortera. Yo le respondí que no soy hortera, que simplemente quiero mucho a mi tierra y quiero reivindicar nuestra forma de hablar. Decidimos llamar al bar An Cá Juli y poner torreznos, morcilla cominera, patatera 'colorá'. '¡Colorá!' ¿Por qué tiene que ser roja si la patatera es 'colorá'? El chumarro, que es la jeta o morro de cerdo muy frita. De paletos nada, nosotros reivindicamos nuestra habla. Que no relacionen Salorino ni los pueblos extremeños con lo atrasado porque en los pueblos extremeños vivimos muy bien todos y tenemos nuestra cultura, tenemos Internet, estamos abiertos al mundo, no es como antiguamente, que en los pueblos era diferente.
-¿Qué bares había en Salorino durante su niñez?
-Ocho bares había cuando Salorino tenía 3.000 habitantes y siete hay ahora, que somos 600. La gente emigró a Cataluña, a Madrid y al País Vasco, sobre todo a Elgóibar, Vitoria y San Sebastián.
-¿A qué se dedicaban sus padres?
-Mi padre trabajaba en una pequeña empresa de construcción y lo alternaba con el ganado. Antiguamente teníamos un horno tejero, que aún conservamos. Mi padre, mi abuelo y mi bisabuelo hacían tejas y ladrillos. Nosotros íbamos a jugar allí, hacíamos bolindres de barro y pilitas para beber las palomas. Aún hoy te encuentras tejas que están escritas con el nombre de mi padre, de mi abuelo, de mis tíos o la fecha. Una tía mía decora ahora esas tejas.
-¿Cómo era la vida en el pueblo?
-Cuando yo era un niño, y nací en el 65, los maestros vivían en el pueblo, el cura vivía en el pueblo, el médico y el veterinario vivían en el pueblo. Todo el mundo vivía en el pueblo. Ahora no vive ni la Guardia Civil, ni los maestros, ni el cura, que lleva Membrío y Salorino y vive en Membrío, ni los médicos.
-¿Cómo se divertían?
-No teníamos Internet, ni DVD, ni Facebook, ni consolas, pero nos lo pasábamos bomba. Teníamos los bolindres de barro, jugábamos al escondite, el que tenía una bicicleta era afortunado. Respetábamos menos la naturaleza que los muchachos de ahora. Íbamos a coger los nidos, cogíamos unas tórtolas, las metíamos en una jaula y a mirarlas. Los muchachos de hoy ya no hacen eso. Al llegar la adolescencia, abrieron un bar con música que se llamaba Los Olivos y marcó una época. Había una pista para poder bailar, bebíamos kalimocho a 'escondichas' con 16 años. A los 18 celebrábamos los quintos. Aún se celebran: piden tortillas y huevos con un burro por las calles, tanto los quintos como las quintas. Nosotros, en los quintos, robábamos los gallos en los corrales. Se hacían pintadas: «Viva la quinta del 84 porque la del 83 son gallos capones, que los del 84 tenemos cojones». En fin, cosas de los pueblos.
-¿Cómo conoce a su mujer?
-Éramos vecinos de la misma calle. Yo ya había venido de hacer la mili en Badajoz y mi madre me decía: «Esa muchacha es muy espabilada, le podías decir algo». Una Nochevieja, tras tomarnos los vinos, le dije que si ya se iba a casa a comerse el gallo. Ella me respondió: «El gallo o la gallina». Ahí saltaron ya las primeras chispas. Ella pasaba por la calle, yo le decía cosas. Empezamos a gustarnos. Llevamos juntos desde el año 1987.
-Fue conductor de carros de combate en la mili.
-Sí, pensé que así me libraría de muchas guardias. Vine de la mili y tuve un accidente de tráfico con 22 años. Nos salimos de la carretera y me lesioné la columna. Tardé cinco años en recuperarme. Dejé la construcción y el campo y me orienté hacia la hostelería.
-¿Cómo empiezan?
-En el 90 empezamos a trabajar juntos mi mujer y yo en la piscina municipal. Cogimos la concesión y se ganaba dinero. Los 90 fueron unos años maravillosos. La construcción, la hostelería. todo marchaba muy bien en los 90. Los mondongueros, que es como llamamos cariñosamente a los emigrantes del pueblo, venían a pasar un mes entero de vacaciones. Antes de coger este, tuve un bar musical en Membrío.
-¿Entre Salorino y Membrío ha habido siempre un pique, no?
-Sí, los membrilleros de Membrío y los porreteros de Salorino siempre han estado enfrentados, pero con los belitres de Herreruela no había ese enfrentamiento. Aunque yo tengo muchas amistades en Membrío y es un pueblo que quiero mucho.
-¿Qué clientela tiene hoy?
-Maravillosa y variada. Prestamos un servicio desde hace 14 años. Acabamos siendo como de la familia. Procuras no discutir. Abrimos a las siete de la mañana y la gente que va a trabajar viene a por su paquete de tabaco y se toma su café y su chupito. Los del autobús, los padres que vienen a traer a los niños al autobús. En invierno, como tenemos Internet, vienen muchos a preguntar si va a llover al día siguiente porque tienen que hacer tareas en el campo. Yo me meto en Internet y les digo si da un 80% de probabilidades de lluvia o lo que sea. Lo que más vendemos es café, tenemos una buena tirada de café. En la época de caza tenemos las monterías. A la una, el aperitivo. Jubilados no vienen muchos por la edad.
-¿Se sigue jugando la partida?
-Naturalmente, por la tarde el dominó, la clásica garrafina, las cartas. A las ocho o las nueve, algunas cañitas, gente que viene a quedar con otros para ir a trabajar al día siguiente o a darme una llave o un papel para que lo recoja alguien por la mañana. Hasta me piden que por favor les haga una fotocopia del carné de identidad en el ordenador y se la hago. O me piden una ruta y se la imprimo. En los meses de febrero, marzo y abril se hace por aquí la recolección del gurumelo. Su principal mercado de distribución está en Huelva. Vienen al bar y traen aquí los gurumelos. Antes venían los de Huelva y los pesaban y compraban aquí. Hace 18 años o así que se cosecha el gurumelo. Pagan el kilo a cinco euros, a siete, a ocho. Para Herreruela, Salorino y Membrío es una buena inyección económica. Este año ya he empezado a comprarlos yo, los guardo en una nave de mi propiedad, viene el hombre de Huelva, los paga, se los lleva.
-¿Los veranos son menos fuertes que antes?
-Sí, ahora la gente viene una semana, diez días.
-¿De qué vive la gente en Salorino?
-Del ganado, algunos tienen tractores, la construcción, de cobrar el paro. La crisis se nota menos en estos pueblos pequeños porque aquí hemos estado en crisis toda la vida. En mi casa se ha conocido la palabra crisis desde siempre. ¿Compramos un coche? Si no podemos. La gente se ha limitado a un sueldo, al PER, a la recolección del corcho, el gurumelo, el corte de las encinas para leña. Más o menos la gente se defiende bien. Pero la gente ya no emigra salvo casos aislados.
-El nuevo alcalde es muy joven, ¿confían en él?
-Es un chaval de 25 años, con muchas ilusiones, está bien preparado y lo apoyaremos todo lo que podamos.
-¿En Salorino hay señoritos?
-Van desapareciendo. En Salorino, un millón de euros no lo tiene nadie. Más o menos, todo el mundo está en una situación económica parecida.
-¿Se sigue bebiendo vino de pitarra?
-Sí, sí, yo lo tengo, lo traigo de Valdefuentes. La gente que viene de fuera pide vino de pitarra, los del pueblo no lo piden tanto y prefieren un Ribera del Guadiana o un Rioja.
-¿Vienen portugueses?
-El cliente portugués viene pidiendo café, café. Yo procuro sacarle una bica: una taza con poco café, pero bien cargado y ellos lo agradecen.
-¿Qué grandes fincas de famosos o gente de mucho dinero hay por los alrededores?
-Aquí al lado está la finca de los Garnica, que era vicepresidente de Banesto. La Corte Grande, de un anterior vicepresidente de la Comunidad de Madrid con Gallardón. Otra finca de los Rosado de Cáceres.
-¿Qué comenta la gente en el bar?
-Este mes está marcado por la política. En los pueblos se vive muy intensamente la política y el fútbol. Es que tenemos una relación muy directa con el alcalde. Esta campaña se ha caracterizado por las buenas formas.
-¿Con qué equipo viene más gente a ver el fútbol en la tele?
-Los bares están marcados por el equipo del dueño del bar. Yo soy del Real Madrid a muerte.
-¿Había más borrachos antes o ahora?
-Puede haber alguno todavía. De diario puede ser que uno un día se haya emborrachado y haya insultado. Al día siguiente pide perdón y se acabó. Antes se cantaba en los bares y había más peleas porque se bebía mucho vino, pero la cerveza no da para cantar. El vino te hacía más valiente. En este bar hace dos años que no hay ninguna pelea. Una vez salí de la barra a separar a dos que se iban a pegar y fue uno y me mordió un dedo.